El mar arrasa con todo: aportaciones del CICESE en el estudio de los tsunamis

El doctor Modesto Ortiz Figueroa está frente a la computadora. Mueve sus ojos por el monitor; hay pestañas del correo abiertas, recordatorios, facturas por enviar, la página de la Red Mareográfica de CICESE. En un momento dado, voltea y asgura: “El tsunami, entre más lo desconoces, más poder tiene”.

Estamos en su oficina, en el Departamento de Oceanografía Física. Por todas partes hay cajas de cartón con papeles y fotografías, apilados los recuerdos, a reventar en sobres de Kodak y Costco. En las paredes blancas no hay colgados reconocimientos o títulos, como es usual encontrar en la oficina-casa de cualquier investigador. Junto al escritorio de Modesto, hay otro lleno de polvo y libros. Era el lugar de la doctora Laura Gabriela Ortiz Huerta, con quien trabajó por años en el tema de tsunamis.

Ella se marchó hace un año para ser investigadora en Texas, Estados Unidos. Para su padre el tiempo pasa lento. Lo dice el tono de su voz al mencionarla.

Pero el trabajo tiene que seguir.

Los inicios del CICESE en el estudio tsunamis

Los estudios de tsunami iniciaron a la par de la creación del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) en 1972, con el arranque del primer proyecto aprobado por el entonces Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Un año después derivó en la operación de la Red Mareográfica. Estos monitoreos fueron parte de las primeras actividades del centro.

Desde su conformación, el propósito de esta red es monitorear el nivel del mar para obtener datos de trece costas e islas del noroeste de México, validarlos, documentarlos y subirlos al banco de datos para que académicos, instituciones y público en general tengan acceso a la información.

El Dr. Modesto Ortiz rememora la instalación de los primeros mareográfos. Fotografías que coloca sobre el escritorio dan testimonio del pasado, cuando un grupo de investigadores y técnicos del área Oceanografía -incluido él-, se subieron a un barco con todo y materiales, para trasladarse a comunidades como Bahía de los Ángeles o Manzanillo, Colima. Ellos mismos se pusieron manos a la obra, mezclaron cemento, pegaron bloques. Montaron las bases de los estudios mareográficos.

Vivían en casitas de acampar, entre camaradería y sueños. A los quince días regresaba el barco, los hallaban con una apariencia medio salvaje. Había dejado de importar el afeitarse, colocar el botón hasta el último ojal de la camisa.

Esos fueron los inicios. Hoy la mayoría son doctores, hicieron carrera. Algunos ya se jubilaron o están por hacerlo. Es el caso de los doctores Salvador F. Farreras y Modesto Ortiz Figueroa, quienes sentaron las bases de la investigación sobre tsuanamis en el CICESE.

Recuerdos de una estancia

En palabras de Modesto, el CICESE es considerada la máxima autoridad en el tema de tsunamis, por parte del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) de la Secretaría de Gobernación (Segob).

Pero antes de este reconocimiento y un premio memorable, el CICESE continuaba su aprendizaje en el tema. En 1983 y 1993, tras los grandes terremotos del Mar de Japón de magnitud 7.8 y 7.7 que desencadenaron tsunamis en la nación nipona y cobraron cientos de vidas, Japón era el país que tenía la mayor cantidad de datos sobre tsunamis, eventos que de acuerdo a Modesto Ortiz, son provocados por fenómenos extraordinarios, como es el caso de los terremotos. Ante este escenario, el investigador auspiciado principalmente por el gobierno japonés-, viajó a la Universidad de Tohoku a realizar una estancia de un año para recopilar información.

Ortiz Figueroa compartió que los japoneses fueron exigentes, pues lo encerraron en la embajada durante un mes para que aprendiera el idioma y se comunicara de forma básica. En la universidad conoció y colaboró con el profesor Nobuo Shuto, con quien se amistó y escribió varios artículos.

Bebió mucho sake tras las inolvidables salidas de campo por las áreas que inundaron los tsunamis y las zonas en riesgo. Hizo grandes amigos durante sus salidas a otras prefecturas, pues al igual que Modesto, investigadores de otras partes del mundo llegaron a Japón para aprender y llevar el conocimiento a sus países. Era un ambiente de descubrimiento y reflexión. 

El año siguiente a su retorno fue tumultuoso. Información de la Secretaría de la Marina Armada de México (SEMAR) rememora los datos duros de aquellos años, cuando un sismo magnitud 8.0 afectó las costas de Jalisco y Colima, lo que favoreció la presencia de tsunamis a lo largo de 120 kilómetros. El evento dejó 49 muertos y mil damnificados.

Aprender de la experiencia ajena

El investigador aseguró que fue hasta que ocurrieron estos tsunamis, que el gobierno comenzó a percatarse que eventos como estos sí representaban un riesgo para México. Tuvo que ver también el aprendizaje a través de la experiencia ajena, como fue la fatalidad de 1997 que desencadenó el terremoto magnitud 7.0 en Papúa Nueva Guinea: tres inmensas olas causadas por un tsunami se llevaron pueblos enteros y la vida de más de 2 mil personas.

El CICESE, a través del Dr. Modesto, había colaborado previamente con el programa TIME, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), con la impartición de Cursos de Modelación Numérica de Tsunamis en Chile. El proyecto se extendió a países de Centroamérica los años siguientes.

En el 2004 ocurrió otra catástrofe. Anunciaban todos los periódicos y noticieros del mundo, que el 26 de diciembre había ocurrido uno de los desastres naturales más grandes la historia. Un tsunami en el Océano Índico arrasó con la vida de 200 mil personas (total de muertes calculadas tras el evento).

La portada de El País del 27 de diciembre narró el hecho de la siguiente manera:

Un maremoto causa más de 12 mil muertos en 7 países de Asia

 Las olas de hasta 10 metros de altura desencadenadas por un violento maremoto causaron ayer más de 12 mil muertes y decenas de miles de heridos, y arrasaron las costas de 7 países del sur de Asia. El seísmo, de 9 grados en la escala de Richter, es el de mayor intensidad en 40 años y el cuarto más fuerte. Tuvo su epicentro en la costa occidental de Sumatra (Indonesia), y afectó también las costas de Sri Lanka, India, Bangladesh, Tailandia, Maldivas y Malasia.

Esta desgracia y la de Japón, en 2011, representó un antes y un después en la historia. Fue el temor mundial, la caída en consciencia de la fragilidad de la vida, lo que impulsó el apoyo a la investigación en el tema de tsunamis y la capacitación de investigadores y funcionarios en México.

El gobierno federal, a través de la SEMAR, eligió a 12 oficiales que trabajaban en el área de oceanografía, y los trasladó de diferentes entidades a la Ciudad de México para impartir un curso sobre tsunamis. Laura Ortiz y Modesto Ortiz fueron quienes realizaron la capacitación.

Entonces vino la mejor parte.

Las autoridades gubernamentales seguramente recordaban las imágenes de los terribles eventos en Asia, porque decidieron crear el Sistema Nacional de Alerta de Tsunamis (SINAT) en 2012, integrado por las secretarías de Gobernación, Marina y de Comunicaciones y Transportes. Al año siguiente se ubicó ahí el Centro de Alerta de Tsunamis CAT), donde participan el CICESE y la UNAM.

La finalidad para crear este sistema fue suministrar información oportuna, completa y precisa sobre la ocurrencia de tsunamis en México, que aportara sustento a la toma de decisiones y orientara la gestión sobre el nivel de riesgo en los litorales del país. El CICESE contribuyó a este suceso a través de investigación científica original desarrollada a lo largo de los años, aseguró Ortiz.

Esos dos años se coronaron de éxitos con un importante reconocimiento otorgado por la Segob al doctor Modesto: el Premio Nacional de Protección Civil 2012, en el campo de Prevención, por sus aportaciones en el tema de tsunamis desde 1985. Con este galardón, el investigador se consolidó como uno de los especialistas en sismos más importantes del país.

El premio. ¿Y el premio?

Modesto saca un folder acolchonado del último cajón de un archivero. Abre la carpeta empolvada y se desvela el documento. Dice su nombre, pero él se deslinda rápido, dice que el reconocimiento le pertenece al CICESE. El documento se aprecia un poco, una fotografía y se cierra. Vuelve a ser colocado en lo más profundo del cajón.

Supongo que lo menos importante de un galardón como este, es el tabloide elegante con el nombre y el logro. La trascendencia es lo que se recuerda.

Divulgación y ciencia práctica

“Uno hace mucha investigación científica, y los ciudadanos me pueden decir: bueno, estamos gastando mucho dinero en tu proyecto, ¿y yo qué me gané? No somos aristócratas”, expresa Modesto. Su tono es apasionado.

“Cuando estaba en la maestría les decía a los profesores, yo quiero hacer una tesis pero que sirva para la población, de no servir, ¿para qué diablos? Yo no quiero seguir estudiando física nada más porque es bien interesante, la contribución es la de haber participado sustancialmente a través de aportaciones a la sociedad”, añade.

Investigadores del CICESE lo hicieron, y no únicamente al haber sido parte de la fundación del SINAT y el CAT. Entre los esfuerzos para fomentar la prevención y la educación sobre los sismos, estuvo la colaboración del Dr. Salvador F. Farreras en el librito “Alerta! Maremoto! Tsunami!, publicado y patrocinada en el 2000 por instituciones como el CICESE, El Colegio de México (Colmex), el Colegio de Michoacán (Colmich) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).

Farreras se encargó de traducir el texto al español y lo adaptó para México. El libro de 31 páginas es un cuento que narra dos escenarios: un terremoto en Valparaíso, Chile, desde su inicio en el fondo del océano, hasta convertirse en tsunami local y arrasar con todo. Mientras tanto, en México una familia vive cotidianamente y experimenta el arribo del tsunami de origen lejano. La historia es al mismo tiempo un manual para actuar en caso de presentarse este desastre natural.

En 2014 se publicó ¿Cómo me puedo preparar ante un tsunami? un folleto informativo acerca de las medidas de prevención y autoprotección ante los efectos de tsunamis en la costa occidental de México. El “librito” (aún disponible para consulta y descarga), fue escrito para compartirse en escuelas, al igual que el manual para el profesor. Fue escrito por Laura Gabriela Ortiz Huerta y Modesto Ortiz Figueroa, con el objetivo de lograr la prevención de este fenómeno se volviera parte de la formación de los infantes.

La obra, financiada por la SEGOB, SEMAR, el Centro Nacional de Prevención de Desastres, y la Coordinación Nacional de Protección Civil, se distribuyó en escuelas de Ensenada, y entre los temas incluidos están ¿Qué es un tsunami y cómo me preparo ante uno? ¿Es mismo un tsunami que un maremoto?, guías de qué hacer en caso de tsunami y formatos para explorar y escribir rutas de evacuación. Incluso hay una sugerencia para realizar una obra de teatro en el patio de la escuela.

Modesto aseguró que, si bien fue implementado por algunos docentes, muchos se negaron a utilizarlos pues significaba trabajar más sin pago extra. Este es el caso de muchas de las iniciativas surgidas en el CICESE, no sólo en el ámbito educativo.

Grandes publicaciones

Entre las publicaciones destacadas que impulsó el CICESE fue el libro Riesgo de Maremotos en Ciudad Lázaro Cárdenas, Michoacán. Medidas de prevención. Escrito por Salvador Farreras, Modesto Ortiz y Graciela Alcalá, como parte de la serie Linderos de la Costa.

El libro publicado en el 2003 forma parte del programa “Transformación y Perspectivas de las Actividades Portuarias, Pesqueras y Turísticas en el Litoral Occidental Mexicano”, entre el entonces Conacyt, Colmex y Colmich. De acuerdo a la introducción de la obra, el programa tenía como objetivo realizar estudio de riesgo y prevención de desastres socioeconómicos provocados por la ocurrencia de fenómenos naturales, pero con enfoque al grado de vulnerabilidad de los desarrollos urbanos, comunitarios y adyacentes a la costa. En ese contexto se realizó dicho libro.

Además del estudio de riesgo y vulnerabilidad, el libro aborda recomendaciones para la reducción de vulnerabilidad, como las políticas de ordenamiento territorial, rutas de evacuación y refugios, recomendaciones a la población antes, durante y después de un maremoto, acciones de prevención y otros.

Durante la ejecución del proyecto también se realizó labor de difusión en el ámbito educativo, a través de conferencias, videos, pequeños cursos y la repartición de material impreso de divulgación a las juventudes de Lázaro Cárdenas.

Le siguió el libro Tsunamis, de la serie Fascículos -que incluyó temas como volcanes, inundaciones y sismos-, publicada por la Cenapred, la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC) y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.

El autor principal de esta obra fue Salvador Farreras, y en sus páginas se explica el fenómeno del tsunami, su origen y características, propagación y tiempo de desplazamiento, arribo, evolución y efectos, los impactos en México y sus antecedentes, así como las estrategias de prevención implementadas. También analiza los casos de algunos países, como el tsunami en el Océano Índico, en 2004, y la experiencia de Banda Aceh, Indonesia. Cierra con la participación del país en el Sistema de Alerta de Tsunamis del Pacífico y Creación de un Sistema Nacional de Alerta en México, y con la emisión de recomendaciones a la población vulnerable al impacto de estos desastres.

Esta obra de 40 páginas, redactada de forma amena y asequible para sus lectores, fue parte del trabajo científico y de divulgación que realizó Farreras por muchos años, hasta su jubilación en 2011.

La difusión sobre dicho fenómeno continúo años después, con la publicación de Tsunamis en la Costa Occidental de México y en el Mar de Cortés (2021). Cerca de una década tardó en escribirse esta gran aventura, una obra científica de 114 páginas que fue redactada por Laura Gabriela Ortiz Huerta y Modesto Ortiz Figueroa. El prólogo fue escrito durante un vuelo, y aunque la idea surgió en un momento, fueron meses de repensarse hasta lograr la fórmula perfecta.

Modesto explicó que lo que buscaba junto a la doctora Laura Gabriela, era escribir un libro al cual los ciudadanos pudieran acceder fácilmente, por eso es gratuito y el PDF puede descargarse en la página del CICESE. También se buscó que los temas fueran comprendidos, que la complejidad de los tsumanis fuera desmenuzada de tal manera que un alto porcentaje se quedara grabado en sus lectores, con todo y sus causas, los tipos de tsunamis y las experiencias que dejaron. Divulgación científica, le llaman.

Ese fue el gran reto, y lo lograron.

Los tsunamis seguirán

Todos los esfuerzos del CICESE y los organismos internacionales que operan sistemas de alerta, tienen principalmente dos objetivos: monitorear para actuar ante un tsunami y emitir medidas para la población, e intentar predecirlos a través de modelos matemáticos. Pero una vez que sus grandes olas se mueven, es inevitable detener ese mar fiero que buscará llevarse todo, y esa es parte de su naturaleza.

Bien lo dijo Modesto, “El tsunami, entre más lo desconoces, más poder tiene”. Por eso el empeño de la ciencia en estudiarlos.

Y para cerrar, el doctor recita una fábula publicada en revista GEOS (Vol. 30, No. 2) de la Unión Geofísica Mexicana.

“Tsunami, el último de los titanes”

En la mitología griega, los Titanes eran una raza

de poderosos dioses que gobernaban durante la

edad dorada. Tras una legendaria lucha fueron

vencidos por Zeus y la mayoría de ellos fueron

encarcelados en el Tártaro, la región más profunda

del inframundo. Pero uno de ellos, el hijo secreto

de Tetis, se mantuvo oculto por milenios ante los

ojos de los humanos. Su poder se engrandecía en

el secreto de su existencia. Todo aquel que de cerca

lo veía no vivía para contarlo y los testimonios de

aquellos que sobrevivían se perdían en las leyendas.

Poblados chicos y grandes, ciudades, y hasta

civilizaciones enteras desaparecieron de la franja

costera bajo el manto del Titán. Nombre común no

tenía y actuaba a la sombra del terremoto cuando

por sus vidas corrían bestias y humanos en medio

de la tragedia. En algunos lugares se hablaba del

maremoto, en otros, de la ola verde. El Titán

también se ensañaba en el otro continente y con

llanto en los ojos –Tsunami– gritaban en el oriente.

Guiados por la fortuna se asestó el primer golpe

crucial cuando un puñado de eruditos en congreso

internacional nombraron en común al Titán. Su furia

no se hizo esperar y en el año de 1960 azotó al sur

de Chile tras un terremoto brutal. Veloz como el

rayo y sigiloso como la muerte misma, arrasó con

Japón y a su paso con Hawaii, mostrando en todo el

océano su poder descomunal. Ante tal desolación,

Pablo Neruda, en “Confieso que he vivido”,

lo describe de la siguiente manera:

“…en la memoria del puerto hay ese descalabro,

ese estremecerse de las tierras que tiemblan y el

ruido ronco que llega de la profundidad, como

si una ciudad subterránea echara a redoblar sus

campanarios enterrados para decir al hombre

que todo terminó. A veces, cuando ya rodaron

los muros y los techos entre el polvo y las llamas,

entre los gritos y el silencio, cuando ya todo parecía

definitivamente quieto en la muerte, salió el mar,

como el último espanto, la gran ola, la inmensa

mano verde que, alta y amenazante, sube como una

torre de venganza barriendo la vida que quedaba

a su alcance”…

 La visión del poeta enfadó tanto al Titán que el

viernes santo de 1964 impuso penitencia a la

humanidad descargando su furia en Alaska, y otra

vez, a su paso, en Hawaii.

Al acecho, tras terremotos, causó muchos daños

en sigilo total. No contaba con la tenacidad

de los menos, que siguiéndole el paso por el

Cinturón de Fuego del Pacífico, por el Índico, y

por las islas Andamán, reconstruían su imagen

para poderlo estudiar. Con modelos matemáticos

y evidencia singular, mostraron su existencia a

toda la humanidad. El síndrome de Casandra no

se hizo esperar, los menos fueron castigados con

la indiferencia global.

Confiado en su anonimato atacó el 2004 a Sumatra

y Andamán, cobrando cientos de miles de vidas y

hasta se dejó retratar. La prensa mundial logró más

que los menos y por vez primera la humanidad

entera tomó conciencia de su existencia. Sistemas

de alerta y ciudades amuralladas cantaron victoria

y relajaron su andar, dejando de señalar los lugares

vulnerables en donde pudiera atacar. Tan astuto es

el Titán, que burlando la vigilancia, al amparo de la

penumbra, antes del amanecer, repitió el golpe en

Chile el 2010, y a plena luz del día el 2011 atacó a

Japón sin piedad matando a miles y causando un

desastre nuclear ¡Qué descuido, a plena luz del día

se reveló a los humanos en la TV mundial!

Defendernos sí podemos, ahora le conocemos su

andar. Señalemos con prudencia la vulnerabilidad.

Cuando el terremoto lo venga a delatar, apresuremos

el paso para poder escapar.

¡La memoria de las víctimas de los tsunamis no

debemos olvidar, los lugares vulnerables debemos

señalar!

Jazmín Félix